Después de medio planificar la ruta, el jueves a las 12 horas salíamos desde mi trabajo.
El primer tramo de sobra conocido es el que nos llevaría desde Madrid hasta Ávila pasando por Valdemorillo y el Puerto de la Cruz Verde.
Carreteras conocidas pero entretenidas.
El segundo tramo sería un coñazo, ya que desde Ávila a Salamanca solo hay la opción de la autovía.
La primera parada y el primer reportaje lo hicimos en Peñaranda de Bracamonte, en una gasolinera de las antiguas, con azulejos pintados. Surge la primera duda. ¿Cual es el gentilicio de los habitantes de Peñaranda de Bracamonte?: Peñarandinos?, Bracamonteses? Nos quedamos con la duda.
Pasado Salamanca, salimos de la autovía para pasar a carreteras comarcales que nos llevan por Ledesma y donde ya empezamos a disfrutar de la moto después de tanta recta de dos carriles.
Decidimos cambiar la ruta sobre la marcha y entra a Portugal por Miranda do Douro, para salir por tras os montes. Nuestro objetivo es hacer un sting largo el primer día llegando hasta Lugo, para luego no ir muy apretados. No vamos mal ya que a eso de las 15.30 pasamos la frontera, y es que solo hemos parado para repostar.
La carretera está en buen estado y es de las divertidas, aunque tiene mucho quitamiedos de piedra y unos barrancos de aupa. La zona es espectacular.
Voy primero del grupo y paro en un cruce a esperar a los demás. Pasan cinco minutos y no aparece ni el tato. Me empiezo a mosquear y doy la vuelta. Esperemos que no haya problemas.
Me cruzo con coches que me hacen señas para que reduzca la marcha. Esperemos que los problemas no sean nuestros. Pero se me empieza a hacer un nudo en el estomago.
Aparece un triangulo de señalización y después de una curva a derechas según regreso me encuentro con la movida: Juanma en el suelo, la moto encima del quitamiedos y bastante gente echando una mano. Rápidamente el bujías me dice, antes incluso de parar la moto, que está bien, consciente y que mueve las extremidades. Algo es algo.
Me bajo y hablo con el, contesta que está bien pero muy dolorido. Menuda movida. Bajón Total.
Me ahorro todo el pifostio, pero en resumen:
Juanma está bien, solo magullado.
La moto no tiene nada…entero.
Las maletas de BMW se rompen con nada.
Aun no me explico como ha podido arrancar una puerta al coche con el que ha chocado, y siga teniendo dos extremidades inferiores.
De lo que pasó desde las cuatro de la tarde hasta las 12,30 del mediodía del sábado, destacar la simpatía de los portugueses y la solidaridad y ayuda que nos ofrecieron en todo momento, el nombre del médico que le atendió que era Doctor Coito, y la camarera que nos dió de cenar, que era una mezcla entre la hermana pequeña de Groucho Marx y el espíritu de la golosina, pero un encanto.
Una vez solucionada la repatriación, Juanma tira p’a Madrid en ambulancia, y nosotros seguimos con bastante retraso sobre los cálculos previos hacia Estaca de Bares.
Cruzamos Tras os Montes por petición especial del bujías, carreteras de las de verdad, pero anda que no íbamos “pegaos” al lado derecho. Tras “tras os montes” llegamos a La Gudiña, por una carretera que solo aparecía en uno de los mapas. El de 1997. Nos mojamos y salió bien. Íbamos en busca del Alto del Covelo, para pasar de Orense a Lugo y el valle del Sil. Era una carretera que recordaba de mi infancia ya que todos los años pasábamos la semana santa pescando truchas en esa zona. Y además del frío y de la cantidad de truchas que había, solo recuerdo que potaba siempre en ese puerto. Había curvas para aburrir. Pero hasta allí habían llegado los enemigos de los curveros, que no son otros que los ingenieros de caminos y sus curvas de radio constante. Una hora jugando con el gas. Que emoción. Zzzz.
De ahí a Vivero, pasando por Lugo, donde cogemos un y, atención a la definición de la Xunta, que es como de coña: “CORREDOR DE ALTAS PRESTACIONES”. Pues eso a correr y a buscar las altas prestaciones. Como hubiese un radar estamos jodidos.
Llegamos a Vivero a eso de las seis de la tarde y decidimos ir hasta estaca de Bares para cerrar la cuestión. Treinta kilómetros más que se hacen eternos.
Llegamos al aparcamiento, de tierra, y hay que andar como unos quinientos metros hasta el monolito. Chupa, bolsa sobre depósito, cámara de fotos y el culo pelao. Ah, y un calor que te escorojas.
Foto y para Vivero a buscar hotel.
El hotel de lujo, vistas a la ría, desde el borde de la ría, por 50 euros la habitación individual y un cartel que dice: Días 5 y 6 de agosto feria del percebe en la playa de Areas. (A tres kilómetros del hotel). ¡Coño¡ si es 5 de agosto. “payá que nos vamos”. Duchita, cambio de camiseta y a lío.
Llegamos tan pronto que no habían cocido aun los percebes. Nos ponemos a la fila, que no cola.
Pero el bar estaba abierto y sin fila. Cervezas a euro, como de película. Como no habíamos comido más que un bocadillo en todo el día, nos zampamos dos buenos trozos de empanada también a un euro, como de ciencia ficción. Llegan los percebes: Botella de vino, dos buenas raciones de percebes y un buey de mar por la módica cifra de 30 euros. Para recordar hasta la muerte. Como no hay mucho sitio para zampar, nos vamos a lo que parece una playa después de una duna. Y vaya si es una playa. Espectacular. El mar como un plato, el sol a punto de esconderse, y los percebes que te giñas de buenos. Y el vino, peleón y colocón. Después del ágape, voy a lavarme las manos a la orilla y en el camino cambio de opinión ¿será el vino? Y decido darme un baño. Para mi sorpresa el agua no está gélida, está santa. Vuelvo a donde el ágape y le cuento al bujías que me ha sentado el baño de puta madre. Lo duda un instante pero se baña. Mientras tanto, yo me peleo con un perro que se quiere comer el pan que dan con los percebes (si dan pan con los percebes, será por si te quedas con hambre), y mientras tanto el jodio perro nos llena de arena la ropa.
Vuelta a Vivero, unas cervezas y a la cama.
Quedamos a las 8.00 a.m. checking out hecho. Con un par. Se suponía que los dos tramos que quedaban eran los más fáciles. Vivero-León, unos 375 Km. y León Madrid: 360 Km. Como diría Faemino: ¡Y una mierda fáciles!
Para llegar a León, la idea era atravesar desde Navia, a unos 50 Km. De Vivero, ya en Asturias, hasta Villablino, en León por la parte occidental de los picos de Europa.
En teoría había dos puertos: El Palo y Leitariegos, pero en realidad eran media docena. Pasamos del nivel del mar a 1500, pero en un sube y baja constante. Eso sí, aquí no habían llegado los de las curvas de radio constante y nos lo pasamos de puta madre. Yo calculo, que a lo tonto unas 2000 curvas, por un paisaje excepcional y sin tráfico, y unas carreteras con buen firme, anchas, dentro de lo que cabe, y un sol espléndido, excepto en los cambios de valle al llegar a las cotas altas, donde había un poco de niebla.
Coronamos Leitariegos a eso de las 13 horas, después de cuatro horas y media de curvas, con solo una parada para repostar y otra para almorzar. Reventaos que estamos. Solo nos quedan 100 Km. hasta León. Llamamos y reservamos en el restaurante bueno y que además tiene habitaciones. Hay que estar a las tres. ¿100 Km. En dos horas?.... Chupao.
Cruzamos Babia, con un paisaje espectacular, pero lleno de pueblos que hacen bajar la media ya que las limitaciones de velocidad en travesía son de las pocas que respetamos. Pero a eso de las dos de la tarde llegamos a la gran cuestión. Quedan 50 kilómetros y una hora para comer. Estamos más doblaos que una percha de tintorería en la basura. ¿Autopista o carretera pintoresca según nuestros jubilados amigos de Michelín de finales de los 90?
¿Aun queda alguien que dudad de la elección?... Al lío.
La verdad que el paisaje era espectacular, ya que la carretera rodea un pantano, no había ni un coche, y no había gravilla. Pero la carretera había tenido la viruela y estaba llena de bultitos, o baches p’a fuera, que eran estupendos para el dolor de culo. Una agonía. Llegamos a León pelones para comer, pero no pusimos púas, después siesta y después lío por el húmedo. Solo un apunte. El húmedo ya no es lo que era. Han subido los precios y bajado la calidad. Lo que no fue obstáculo para que nos retiráramos muy prudentemente a eso de las cuatro de la mañana.
¿A que hora habíamos quedado? Pues la verdad que estuvimos como una hora discutiéndolo y argumentándolo, pero no lo recordaba. Al final salimos a las 11 para el peor tramo del viaje, ya que es todo recto.
Solo decir dos cosas:
Castilla necesita un movimiento geotectónico pero ya, que genere un par de nuevas cordilleras en ambas mesetas.
Después de casi 1300 kilómetros por la zona más lluviosa de la península, con un sol espléndido, nos llovió en Segovia. (Y sin traje de agua).
A eso de las tres aterricé en casa.
Ya estamos barruntando las siguientes taraduras.
El primer tramo de sobra conocido es el que nos llevaría desde Madrid hasta Ávila pasando por Valdemorillo y el Puerto de la Cruz Verde.
Carreteras conocidas pero entretenidas.
El segundo tramo sería un coñazo, ya que desde Ávila a Salamanca solo hay la opción de la autovía.
La primera parada y el primer reportaje lo hicimos en Peñaranda de Bracamonte, en una gasolinera de las antiguas, con azulejos pintados. Surge la primera duda. ¿Cual es el gentilicio de los habitantes de Peñaranda de Bracamonte?: Peñarandinos?, Bracamonteses? Nos quedamos con la duda.
Pasado Salamanca, salimos de la autovía para pasar a carreteras comarcales que nos llevan por Ledesma y donde ya empezamos a disfrutar de la moto después de tanta recta de dos carriles.
Decidimos cambiar la ruta sobre la marcha y entra a Portugal por Miranda do Douro, para salir por tras os montes. Nuestro objetivo es hacer un sting largo el primer día llegando hasta Lugo, para luego no ir muy apretados. No vamos mal ya que a eso de las 15.30 pasamos la frontera, y es que solo hemos parado para repostar.
La carretera está en buen estado y es de las divertidas, aunque tiene mucho quitamiedos de piedra y unos barrancos de aupa. La zona es espectacular.
Voy primero del grupo y paro en un cruce a esperar a los demás. Pasan cinco minutos y no aparece ni el tato. Me empiezo a mosquear y doy la vuelta. Esperemos que no haya problemas.
Me cruzo con coches que me hacen señas para que reduzca la marcha. Esperemos que los problemas no sean nuestros. Pero se me empieza a hacer un nudo en el estomago.
Aparece un triangulo de señalización y después de una curva a derechas según regreso me encuentro con la movida: Juanma en el suelo, la moto encima del quitamiedos y bastante gente echando una mano. Rápidamente el bujías me dice, antes incluso de parar la moto, que está bien, consciente y que mueve las extremidades. Algo es algo.
Me bajo y hablo con el, contesta que está bien pero muy dolorido. Menuda movida. Bajón Total.
Me ahorro todo el pifostio, pero en resumen:
Juanma está bien, solo magullado.
La moto no tiene nada…entero.
Las maletas de BMW se rompen con nada.
Aun no me explico como ha podido arrancar una puerta al coche con el que ha chocado, y siga teniendo dos extremidades inferiores.
De lo que pasó desde las cuatro de la tarde hasta las 12,30 del mediodía del sábado, destacar la simpatía de los portugueses y la solidaridad y ayuda que nos ofrecieron en todo momento, el nombre del médico que le atendió que era Doctor Coito, y la camarera que nos dió de cenar, que era una mezcla entre la hermana pequeña de Groucho Marx y el espíritu de la golosina, pero un encanto.
Una vez solucionada la repatriación, Juanma tira p’a Madrid en ambulancia, y nosotros seguimos con bastante retraso sobre los cálculos previos hacia Estaca de Bares.
Cruzamos Tras os Montes por petición especial del bujías, carreteras de las de verdad, pero anda que no íbamos “pegaos” al lado derecho. Tras “tras os montes” llegamos a La Gudiña, por una carretera que solo aparecía en uno de los mapas. El de 1997. Nos mojamos y salió bien. Íbamos en busca del Alto del Covelo, para pasar de Orense a Lugo y el valle del Sil. Era una carretera que recordaba de mi infancia ya que todos los años pasábamos la semana santa pescando truchas en esa zona. Y además del frío y de la cantidad de truchas que había, solo recuerdo que potaba siempre en ese puerto. Había curvas para aburrir. Pero hasta allí habían llegado los enemigos de los curveros, que no son otros que los ingenieros de caminos y sus curvas de radio constante. Una hora jugando con el gas. Que emoción. Zzzz.
De ahí a Vivero, pasando por Lugo, donde cogemos un y, atención a la definición de la Xunta, que es como de coña: “CORREDOR DE ALTAS PRESTACIONES”. Pues eso a correr y a buscar las altas prestaciones. Como hubiese un radar estamos jodidos.
Llegamos a Vivero a eso de las seis de la tarde y decidimos ir hasta estaca de Bares para cerrar la cuestión. Treinta kilómetros más que se hacen eternos.
Llegamos al aparcamiento, de tierra, y hay que andar como unos quinientos metros hasta el monolito. Chupa, bolsa sobre depósito, cámara de fotos y el culo pelao. Ah, y un calor que te escorojas.
Foto y para Vivero a buscar hotel.
El hotel de lujo, vistas a la ría, desde el borde de la ría, por 50 euros la habitación individual y un cartel que dice: Días 5 y 6 de agosto feria del percebe en la playa de Areas. (A tres kilómetros del hotel). ¡Coño¡ si es 5 de agosto. “payá que nos vamos”. Duchita, cambio de camiseta y a lío.
Llegamos tan pronto que no habían cocido aun los percebes. Nos ponemos a la fila, que no cola.
Pero el bar estaba abierto y sin fila. Cervezas a euro, como de película. Como no habíamos comido más que un bocadillo en todo el día, nos zampamos dos buenos trozos de empanada también a un euro, como de ciencia ficción. Llegan los percebes: Botella de vino, dos buenas raciones de percebes y un buey de mar por la módica cifra de 30 euros. Para recordar hasta la muerte. Como no hay mucho sitio para zampar, nos vamos a lo que parece una playa después de una duna. Y vaya si es una playa. Espectacular. El mar como un plato, el sol a punto de esconderse, y los percebes que te giñas de buenos. Y el vino, peleón y colocón. Después del ágape, voy a lavarme las manos a la orilla y en el camino cambio de opinión ¿será el vino? Y decido darme un baño. Para mi sorpresa el agua no está gélida, está santa. Vuelvo a donde el ágape y le cuento al bujías que me ha sentado el baño de puta madre. Lo duda un instante pero se baña. Mientras tanto, yo me peleo con un perro que se quiere comer el pan que dan con los percebes (si dan pan con los percebes, será por si te quedas con hambre), y mientras tanto el jodio perro nos llena de arena la ropa.
Vuelta a Vivero, unas cervezas y a la cama.
Quedamos a las 8.00 a.m. checking out hecho. Con un par. Se suponía que los dos tramos que quedaban eran los más fáciles. Vivero-León, unos 375 Km. y León Madrid: 360 Km. Como diría Faemino: ¡Y una mierda fáciles!
Para llegar a León, la idea era atravesar desde Navia, a unos 50 Km. De Vivero, ya en Asturias, hasta Villablino, en León por la parte occidental de los picos de Europa.
En teoría había dos puertos: El Palo y Leitariegos, pero en realidad eran media docena. Pasamos del nivel del mar a 1500, pero en un sube y baja constante. Eso sí, aquí no habían llegado los de las curvas de radio constante y nos lo pasamos de puta madre. Yo calculo, que a lo tonto unas 2000 curvas, por un paisaje excepcional y sin tráfico, y unas carreteras con buen firme, anchas, dentro de lo que cabe, y un sol espléndido, excepto en los cambios de valle al llegar a las cotas altas, donde había un poco de niebla.
Coronamos Leitariegos a eso de las 13 horas, después de cuatro horas y media de curvas, con solo una parada para repostar y otra para almorzar. Reventaos que estamos. Solo nos quedan 100 Km. hasta León. Llamamos y reservamos en el restaurante bueno y que además tiene habitaciones. Hay que estar a las tres. ¿100 Km. En dos horas?.... Chupao.
Cruzamos Babia, con un paisaje espectacular, pero lleno de pueblos que hacen bajar la media ya que las limitaciones de velocidad en travesía son de las pocas que respetamos. Pero a eso de las dos de la tarde llegamos a la gran cuestión. Quedan 50 kilómetros y una hora para comer. Estamos más doblaos que una percha de tintorería en la basura. ¿Autopista o carretera pintoresca según nuestros jubilados amigos de Michelín de finales de los 90?
¿Aun queda alguien que dudad de la elección?... Al lío.
La verdad que el paisaje era espectacular, ya que la carretera rodea un pantano, no había ni un coche, y no había gravilla. Pero la carretera había tenido la viruela y estaba llena de bultitos, o baches p’a fuera, que eran estupendos para el dolor de culo. Una agonía. Llegamos a León pelones para comer, pero no pusimos púas, después siesta y después lío por el húmedo. Solo un apunte. El húmedo ya no es lo que era. Han subido los precios y bajado la calidad. Lo que no fue obstáculo para que nos retiráramos muy prudentemente a eso de las cuatro de la mañana.
¿A que hora habíamos quedado? Pues la verdad que estuvimos como una hora discutiéndolo y argumentándolo, pero no lo recordaba. Al final salimos a las 11 para el peor tramo del viaje, ya que es todo recto.
Solo decir dos cosas:
Castilla necesita un movimiento geotectónico pero ya, que genere un par de nuevas cordilleras en ambas mesetas.
Después de casi 1300 kilómetros por la zona más lluviosa de la península, con un sol espléndido, nos llovió en Segovia. (Y sin traje de agua).
A eso de las tres aterricé en casa.
Ya estamos barruntando las siguientes taraduras.
En el marcado parcial se observa la distancia recorrida desde el punto de salida hasta la dichosa estaca: 778,3 Km.
Gran despliegue señalético de la Xunta donde se hace referencia a la septentrionalidad del lugar.
La foto que da Fé de la Hazaña. Observesé que ambos pilotos hacen esfuerzo improbos por no posar sus dañadas nalgas sobre las rocas, sosteniendose a pulso con sus codos y sus piernas semiflexionadas, mientras sus rostros se retuercen en una mueca de hieratismo que esconde el sufrimiento del largo viaje.
Las máquinas tambien se merecen un espacio en este post. (que bonicas son las jodias).